sábado, 2 de julio de 2016

SOBRE LOS PENSAMIENTOS INTRUSIVOS

Transcripción de mi charla en Ignite Madrid #2
Google Campus 
14 de  Junio de 2016

"Cómo deje de obsesionarme por todo"

     Estoy en el andén de la estación rodeado de gente. El metro se acerca por el túnel. Y de pronto un pensamiento intrusivo me invade: tirarme a la vía. Es el pensamiento de "algo que yo no quiero hacer" pero ese pensamiento sigue adherido como velcro a mi mente. Y cuanto más lucho por huir de él más me posee.


     Padezco Trastorno obsesivo-compulsivo, TOC, un trastorno de ansiedad que sufrimos en torno al millón de españoles y cuyos síntomas principales (obsesiones y compulsiones) se confunden demasiado a menudo con ser maniático.

      Mi objetivo es acabar con el estigma para que una persona que esté sufriendo lo mismo que yo he sufrido, no se avergüence y pida ayuda cuanto antes. Pero romper el estigma que existe alrededor de una condición mental como esta es una tarea compleja. Y es sin ninguna duda asunto de todos. Implica que seamos tan valientes como para no juzgar lo que aún no hemos sido capaces de entender.

    Cuando la gente piensa en un paciente con TOC piensa en alguien que realiza rituales: quizá se lava en exceso o chequea constantemente el gas o las luces... Y esa no es necesariamente una imagen equivocada pero sí es desde luego una imagen incompleta. Porque hay pacientes que no hacen ninguna de esas cosas.
           

     Lo que sí tenemos en común es un elemento del que se habla menos y que está en el núcleo mismo del trastorno. Es la parte que no se ve y que provoca más vergüenza: las obsesiones.

     Estos pensamientos intrusivos altamente perturbadores conllevan a veces dudar sobre la integridad de las personas que más quieres o sobre la propia salud más allá de límites racionales. A veces son pensamientos que tienen que ver con la religión, con la sexualidad o con hacerse daño a uno mismo o incluso a los demás.


   Son pensamientos tan oscuros que te hacen pensar: ¿Por qué pienso esto? ¿Soy una persona horrible? Y en ese diálogo, nuestra ansiedad aumenta y acabamos estableciendo una relación de esclavitud con nuestros pensamientos.
           
    La mayor lección que he aprendido al respecto es que no podemos controlar los cerca de sesenta mil pensamientos que asaltan nuestra cabeza cada día. Lo sí podemos controlar no obstante es la actitud que vamos a adoptar ante esos pensamientos.

  Así que se trata de cambiar la relación que tenemos con nuestros propios pensamientos, particularmente con este tipo de pensamientos. ¿Pero cómo hacemos eso? Lo primero es comprender cómo funcionan.
           
    Las obsesiones son egodistónicas. Esto quiere decir que son lo más opuesto a nuestro carácter. O sea que tenemos estos pensamientos porque no queremos tenerlos  porque suponen ética y moralmente lo más opuesto a nosotros. Y es por eso que los sufrimos como una amenaza que tratamos de hacer frente de todos los modos posibles. 

   "En los momentos de ansiedad, no tratéis de razonar, pues vuestro razonamiento se volverá contra vosotros mismos". En lugar de eso, el filósofo Émile-Auguste Chartier (Alain) recomendaba muy acertadamente hacer flexiones o gimnasia.

     Una de las tácticas que a mí me resultan más efectivas es convertirme en un colador. Imagino que soy un colador y que los pensamientos me traspasan y desaparecen.

   

     En ese proceso, los reconozco. Los etiqueto como lo que son: "pensamientos obsesivos". Y los dejo marchar.

   Es decir reconozco mis pensamientos pero reconozco que yo no soy mis pensamientos. Y comprendo que experimentar una obsesión horrible no me hace una persona horrible.

   La meditación ha sido de gran ayuda en este proceso de cambio en la relación con mis pensamientos.

           
     
   De hecho, Jeffrey Schwartz, uno de los especialistas en TOC más reputados del mundo, confirmó la efectividad de esta herramienta en un experimento con pacientes con TOC en el que les enseñó a gestionar sus síntomas usando la meditación consciente; con esta técnica los pacientes se entrenaron en observar sus obsesiones con la parte más lúcida de ellos mismos aprendiendo a distanciarse de ellas. 

     Vuelvo al andén: Me veo ahí entre los raíles hecho papilla. Pero entonces respiro. RESPIRO. Y me doy cuenta de que solo es un pensamiento. Y de que tiene literalmente la importancia que yo le dé.

       En mi cabeza ahora solo puedo escuchar la famosa cita de Carl Jung "Lo que resistes, persiste. Lo que aceptas te transforma". Me meto en el vagón, dejo mi obsesión atrás y sonrío, porque una vez más he sido transformado.